Sobre Apología y Critón Strūthiō 016
Parte de:
«Sobre la Apología de Sócrates y el Critón de Platón» / I

Leōnardus Strūthiō (1899-1973)
ĒRVDĪTIŌRIBVS ***
Versiō hispānica Aemiliā Aquadītī auctrīce 16
En este punto se ve otra vez frente a lo que «alguien quizá podría decir», y así comienza la tercera y última digresión. Las primeras dos digresiones se referían a su misión divina; esta última también se ocupa de ella, pero de una manera algo diferente. Alguien podría tal vez preguntarse si Sócrates, después de haber sido exiliado de Atenas, no se mantendría en silencio y quieto. Sócrates sabe que, de todas las cosas, lo más difícil es convencer «a algunos de ustedes» de que le resulta imposible permanecer callado. En forma tentativa, suponemos que aquellos a quienes no puede persuadir son quienes lo condenaron. Podría dar dos razones diferentes por las cuales no puede mantenerse callado. Podría decir, en primer lugar, que si se quedara tranquilo desobediencia al dios, pero si dijera esto creerían que recurre al disimulo («ironía»). Podría decir, en segundo lugar, que para un ser humano el mayor bien consiste en ocuparse cada día en hablar de la virtud y otras cosas acerca de las cuales lo han oído conversar y, con ello, examinarse a sí mismo y a otros —no dice aquí «a todos los otros»—, y que la vida sin examen no es digna de ser vivida por ningún ser humano, pero esta razón los convencería aún menos que la primera, y, en consecuencia, podemos añadir, necesita de un sustituto más plausible. Sócrates explica aquí tácitamente por qué contó la historia del oráculo de Delfos. No es casual que esta explicación aparezca en la parte central del diálogo. La distinción entre las dos razones es idéntica a la distinción entre ponerse donde lo manda un superior y ponerse donde uno cree que es mejor (28d6-8). La segunda razón es absolutamente increíble para quienes condenaron a Sócrates; la primera está menos alejada de su comprensión. Podemos concluir, en forma tentativa, que quienes lo absolvieron creían en su misión délfica o en la supremacía intrínseca de la vida filosófica, o quizás en ambas cosas.
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Leōnardī Strūthiōnis verba 16
At this point Socrates sees himself again confronted with what “someone might perhaps say” and thus begins the third and last digression. The first two digressions dealt with his divine mission; the last digression also deals with it, if in a somewhat different manner. Someone might perhaps say whether Socrates, after having been exiled from Athens, could not be silent and rest quiet. Socrates knows that it is of all things the most difficult to persuade “some of you” that it is impossible for him to remain silent. We tentatively assume that those whom he cannot persuade are those who condemned him. He could give two different reasons why he cannot remain silent. He could say in the first place that by remaining quiet he would disobey the god; but if he said this, they would think that he uses dissimulation (“irony”). He could say in the second place that it is the greatest good for a human being to engage every day in speeches about virtue and the other things about which they heard him converse and thereby examine himself and others—he does not say here “all others”—and that the unexamined life is not worth living for any human being; but this reason would convince them even less than the first and therefore, we may add, it is in need of a more plausible substitute. Socrates explains here tacitly why he told the story of the Delphic oracle. It is no accident that this explanation occurs in the central part of the dialogue. The distinction between the two reasons is identical with the distinction between being stationed by a superior and stationing oneself where one believes it is best (28d6-8). The second reason is utterly incredible to Socrates’ condemners:; the first reason is less remote from their understanding. We may conclude tentatively that those who acquitted Socrates believed either in his Delphic mission or in the intrinsic supremacy of the philosophic life or perhaps both.
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Iūra
El texto en lengua inglesa fue publicado de manera póstuma en un volumen en honor al prof. Jacob Klein: Essais in Honor of Jacob Klein (Annapolī, ē Typographeō Acadēmīae Sānctī Iōhannis MCMLXXVI). Aunque nosotros tomamos como base lo aparecido en una antología dedicada a escritos del prof. Strūthiō en inglés en 1983: Studies in Platonic Political Philosophy (Sicagī, ē Typographeō Ūniversitātis Sicagī MCMLXXXIII). La versión castellana es obra de Aemilia Aquadīs, aparecida en la traducción del volumen mencionado anteriormente (Bonāeropolī, ē Typographeō Amōrrortī MMVIII). La publicación de estos fragmentos promueve la difusión en castellano de la obra del profesor Leōnardus Strūthiō con fines académicos y de formación. Conminamos a visitar su biblioteca más cercana o adquirir el volumen físico en su librería de confianza.

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ĒRVDĪTIŌRIBVS ***
