Hegel über Sokrates 006
Don Jorgue Guillermo Federico sobre Sócrates
Parte de:
Lecciones de Historia de la Filosofía [Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie] / Primera parte: La Filosofía Griega [Erster Teil: Griechische Philosophie] / Sección Primera: de Tales a Aristóteles [Erster Abschnitt. Von Thales bis Aristoteles] / Capítulo 2: de los Sofistas a los Socráticos [Zweites Kapitel. Von den Sophisten bis zu den Sokratikern] / B. Sócrates [B. Philosophie des Sokrates]
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Vorlesungen im Atrium Philosophicum §6
Diese merkwürdige Erscheinung haben wir näher zu beleuchten, zuerst seine Lebensgeschichte; oder vielmehr verflicht sich diese selbst in das Interesse, das er in der Philosophie hat. Seine Lebensgeschichte betrifft einerseits, was ihn als besondere Person angeht, andererseits aber seine Philosophie; sein philosophisches Treiben ist eng verwebt mit seinem Leben, sein Schicksal ist in Einheit mit seinem Prinzip und ist höchst tragisch. Es ist tragisch nicht im oberflächlichen Sinn des Worts, wie man jedes Unglück – wenn jemand stirbt, einer hingerichtet wird – tragisch nennt; dies ist traurig, aber nicht tragisch. Besonders nennen wir das tragisch, wenn das Unglück, der Tod einem würdigen Individuum widerfährt, wenn ein unschuldiges Leiden, ein Unrecht gegen ein Individuum stattfindet; so sagt man von Sokrates, er sei unschuldig zum Tode verurteilt und dies sei tragisch. Solch unschuldiges Leiden ist aber kein vernünftiges Unglück. Das Unglück ist nur dann vernünftig, wenn es durch den Willen des Subjekts, durch seine Freiheit hervorgebracht ist, – zugleich muß seine Handlung, sein Wille unendlich berechtigt, sittlich sein und dadurch der Mensch selbst die Schuld haben an seinem Unglück; die Macht [446] dagegen muß ebenso sittlich berechtigt sein, nicht Naturmacht, nicht Macht eines tyrannischen Willens; jeder Mensch stirbt, der natürliche Tod ist ein absolutes Recht, aber es ist nur das Recht, was die Natur an ihm ausübt. Im wahrhaft Tragischen müssen berechtigte, sittliche Mächte von beiden Seiten es sein, die in Kollision kommen; so ist das Schicksal des Sokrates. Sein Schicksal ist nicht bloß sein persönliches, individuell romantisches Schicksal, sondern es ist die Tragödie Athens, die Tragödie Griechenlands, die darin aufgeführt wird, in ihm zur Vorstellung kommt. Es sind hier zwei Mächte, die gegeneinander auftreten. Die eine Macht ist das göttliche Recht, die unbefangene Sitte, – Tugend, die Religion, welche identisch mit dem Willen sind, in seinen Gesetzen frei, edel, sittlich zu leben; wir können es abstrakterweise die objektive Freiheit nennen, Sittlichkeit, Religiosität, – das eigene Wesen der Menschen; andererseits ist es das Anundfürsichseiende, Wahrhafte, und der Mensch ist in dieser Einigkeit mit seinem Wesen. Das andere Prinzip ist dagegen das ebenso göttliche Recht des Bewußtseins, das Recht des Wissens (der subjektiven Freiheit); das ist die Frucht des Baums der Erkenntnis des Guten und des Bösen, der Erkenntnis, d.i. der Vernunft, aus sich, – das allgemeine Prinzip der Philosophie für alle folgenden Zeiten. Diese zwei Prinzipien sind es, die wir im Leben und in der Philosophie des Sokrates gegeneinander in Kollision treten sehen.
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Praelēctiōnēs in Ātriō Philosophicō §6
Es precisamente esta idea de principio lo que tenemos que analizar con más detalle. Primero, examinaremos la vida de Sócrates, pues ésta aparece de suyo entrelazada con el interés que para él tiene la filosofía. Su historia de vida refiere tanto a Sócrates como individuo particular como a su filosofía. Su búsqueda filosófica está entrelazada con su vida, por lo que su destino forma una unidad con su principio —que es profundamente trágico. No es trágico en el sentido superficial del término, con el que apelamos a cualquier desgracia. Cuando alguien muere —o más precisamente, es ejecutado—, estamos frente a algo triste, pero no trágico. Más precisamente, denominamos trágico al acontecimiento en el que la desgracia —la muerte, en este caso— acontece a un individuo insigne, cuando estamos frente a un sufrimiento del inocente —una injusticia. Por tanto, decimos que Sócrates fue condenado a muerte siendo inocente, y esto es trágico. Pues, tal sufrimiento del inocente, no es una desgracia racional.
La desgracia solo puede ser racional cuando es provocada por la voluntad del sujeto, por su libertad. Tanto su acción como su voluntad deben estar infinitamente justificadas éticamente —de forma ética [sittlich]—1En el sentido de la eticidad [Sittlichkeit] a la que aludíamos en el fragmento anterior. Esto es, el conocimiento y la práctica de lo bueno en y para sí. y, por tanto, el hombre mismo debe ser el culpable de su desgracia. El poder [que castiga, que causa la desgracia], por otro lado, debe también ser éticamente justificado; no basta el poder de la naturaleza, o el poder de una voluntad tiránica. Todo hombre es mortal. La muerte natural es un derecho absoluto, pero se refiere únicamente al derecho que la naturaleza ejerce sobre un hombre. En lo verdaderamente trágico deben entrar en colisión fuerzas igualmente legítimas desde el punto de ético;2Véase nota anterior. tal es el destino de Sócrates. Su destino no es únicamente un destino personal —individual, entendido al modo romántico—, sino figura o representa la tragedia de Atenas, la tragedia de Grecia. En este caso apreciamos la colisión de dos poderes. Uno de ellos es la ley divina, la costumbre ingenua,3La costumbre espontánea [die unbefangene Sitte]; la costumbre no reflexiva ni subjetivada. la virtud, la religión, que son idénticas a la voluntad de vivir libre, noble y éticamente de acuerdo con esas leyes. De manera abstracta, podríamos llamarla libertad objetiva —eticidad [Sittlichkeit], religiosidad [Religiosität]—, la esencia misma del hombre; por otra parte, tenemos lo en sí y para sí [Anundfürsichseiende] —lo verdadero— y el hombre está en esta unidad con su esencia. El otro principio es, en cambio, el también divino derecho de la conciencia al saber (la libertad subjetiva). Éste es el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esto es, del conocimiento, o sea, de la razón que brota de sí misma, —el principio general de la filosofía para todos los tiempos venideros. Son éstos los dos principios que vemos enfrentarse en la vida y la filosofía de Sócrates.
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Iura
Georg Wilhelm Friedrich Hegel: Werke in zwanzig Bänden. Band 18, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1979 [Hrsg. Eva Moldenhauer und Karl Markus Michel]
Hegel hielt die Vorlesungen insgesamt neunmal, zuerst 1805/06 in Jena, dann 1816/17 und 1817/18 in Heidelberg und von 1819 bis zu seinem Tod sechsmal in Berlin. Schon bald nach Hegels Tod wurden sie von Karl Ludwig Michelet auf der Grundlage von Vorlesungsmitschriften und handschriftlichen Notizen Hegels rekonstruiert und herausgegeben. Erstdruck in: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, hg. v. Karl Ludwig Michelet, Berlin 1833-1836. – Der Text folgt im wesentlichen Michelets Rekonstruktion der Vorlesungen. Eine Ausnahme bildet der erste Teil der Einleitung, der auf Johannes Hoffmeisters Edition des Manuskripts von Hegels Heidelberger Antrittsvorlesung von 1817 zurückgeht.
Hegel pronunció estas lecciones un total de nueve veces. Primero en 1805-1806 en Jena; posteriormente en 1816-1817 y 1817-1818 en Heidelberg; y, desde 1819 hasta su muerte otras seis veces en Berlín. Poco después de la muerte de Hegel, fueron reconstruidas y publicadas por Karl Ludwig Michelet basándose en las lecciones y notas del propio Hegel. Se publicó por vez primera en: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Karl Ludwig Michelet (ed.), Berlin 1833-1836. El texto sigue esencialmente la reconstrucción de las lecciones que hace Michelet. Una excepción es la primera parte de la introducción, que se remonta a la edición de Johannes Hoffmeister del manuscrito de la lección inagural de Hegel en Heidelberg en 1817.
Traducción de Atrium Philosophicum de la edición referida. Tenemos delante la clásica traducción de don Wenceslao Roces de 1955 en el FCE, de la que nos reconocemos deudores, pese a sus omisiones (en algunos casos, párrafos enteros) y la necesaria actualización de la terminología hegeliana.
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