Hegel über Sokrates 005
Don Jorgue Guillermo Federico sobre Sócrates
Parte de:
Lecciones de Historia de la Filosofía [Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie] / Primera parte: La Filosofía Griega [Erster Teil: Griechische Philosophie] / Sección Primera: de Tales a Aristóteles [Erster Abschnitt. Von Thales bis Aristoteles] / Capítulo 2: de los Sofistas a los Socráticos [Zweites Kapitel. Von den Sophisten bis zu den Sokratikern] / B. Sócrates [B. Philosophie des Sokrates]
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Vorlesungen im Atrium Philosophicum §5
Näher ist die Lehre des Sokrates eigentlich Moral. Das Ethische ist Sittlichkeit und Moralität, dann auch Sittlichkeit allein. Bei der Moral ist das Hauptmoment meine Einsicht, Absicht; die subjektive Seite, meine Meinung von dem Guten ist hier das Überwiegende. Moral heißt, daß das Subjekt aus sich in seiner Freiheit die Bestimmungen des Guten, Sittlichen, Rechtlichen setzt und, indem es diese Bestimmungen aus sich setzt, diese Bestimmung des Aussichsetzens auch aufhebt, so daß sie ewig, an und für sich seiend sind. Die Sittlichkeit als solche besteht mehr in dem, daß das an und für sich Gute gewußt und getan wurde. Die Athenienser vor Sokrates waren sittliche, nicht moralische Menschen; sie haben das Vernünftige ihrer Verhältnisse getan, ohne Reflexion, ohne zu wissen, daß sie vortreffliche Menschen waren. Die Moralität verbindet damit die Reflexion, zu wissen, daß auch dieses das Gute sei, nicht das andere. Die Sittlichkeit ist unbefangen, die mit Reflexion verbundene Sittlichkeit ist Moralität; dieser Unterschied ist durch die Kantische Philosophie erregt, sie ist moralisch.
Indem Sokrates auf diese Weise der Moralphilosophie ihre Entstehung gab (wie er sie behandelt, wird sie populär), hat ihn alle Folgezeit des moralischen Geschwätzes und der Popularphilosophie zu ihrem Patron und Heiligen erklärt und ihn zum rechtfertigenden Deckmantel aller Unphilosophie erhoben, wozu noch vollends kam, daß sein Tod ihm das populär-rührende Interesse des Unschuldig-Leidens gab. Cicero, der einerseits ein gegenwärtiges Denken, andererseits das Bewußtsein hat, die Philosophie solle sich bequemen, nicht Inhalt ihr gewonnen hat, rühmte es vom Sokrates (was oft genug nachgesagt) als das Eigentliche und das Erhabenste, daß er die Philosophie vom Himmel auf die Erde, in die Häuser und auf den Markt (in das tägliche Leben der Menschen) eingeführt habe. Darin liegt das Gesagte. Dies wird dann auch häufig so verstanden (sieht so aus), als ob [445] die beste und wahrste Philosophie so eine Haus- und Küchenphilosophie sei (Hausmittel werde, so daß sie sich nach allen Rücksichten, gewöhnlichen Vorstellungen der Menschen bequemt), in der wir Freunde und Getreue von der Rechtschaffenheit usf. sich unterreden sehen und von dem, was man auf der Erde kennen kann, was im täglichen Leben selbst Wahrheit hat, ohne in der Tiefe des Himmels – oder vielmehr in der Tiefe des Bewußtseins – gewesen zu sein; dies aber meinen jene gerade, daß Sokrates sich zuerst erkühnte. Aber dem Sokrates war es auch nicht geschenkt worden, zur praktischen Philosophie zu kommen; er hatte vorher alle Spekulationen der damaligen Philosophie durchgedacht, um in das Innere des Bewußtseins, des Gedankens hinabgestiegen zu sein. Dies ist das Allgemeine des Prinzips.
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Praelēctiōnēs in Ātriō Philosophicō §5
En rigor, la doctrina socrática es en realidad una teoría moral. La ética, por su contenido, es, en parte, eticidad [Sittlichkeit] y, en parte, moralidad [Moralität]. En la moralidad predomina el lado subjetivo, el lado de las intenciones, de los criterios personales, aunque se levante también en ella esta determinación del postular partiendo de sí mismo y el bien sea, en ella, lo eterno, lo que es en y para sí. La eticidad [Sittlichkeit] es, por el contrario, algo exento de preocupación, pues lo decisivo, en ello, es que lo bueno en y para sí se conozca y se practique. Los atenienses anteriores a Sócrates eran hombres éticos [sittliche], pero no morales [moralische], pues practicaban lo que había de racional en sus relaciones sin saber que eran, en verdad, hombres buenos. La moralidad [Moralität] combina la reflexión con esta eticidad, la que distingue que este modo de conducirse, y no el otro, es el bueno; esta diferencia ha vuelto a cobrar vida, modernamente, con la filosofía kantiana, que es moral [moralisch].
Sócrates creó e hizo nacer, de este modo, la filosofía moral [Moralphilosophie]; por eso, todas las charlas éticas y la filosofía popular de la posteridad ven en él su patrono y su santo tutelar, haciendo de Sócrates el manto para cubrir y justificar toda su falta de filosofía. El método empleado por Sócrates para filosofar tenía, necesariamente, que popularizar su figura, a lo que contribuyó notablemente su muerte, al rodear a este pensador con el halo del interés emotivo-popular que suelen dar los sufrimientos de los inocentes. Cicerón (Tusc. Quaest. V, 4), quien profesa, de una parte, un pensamiento presente y, de otra parte, la conciencia de que la filosofía debe tener pretensiones modestas —por eso, sin duda, no supo él extraerle ningún contenido—, ensalzaba a Sócrates (con palabras frecuentemente repetidas), viendo en ello lo propio y lo más sublime de su obra, por haber hecho descender a la filosofía del cielo a la tierra, introduciéndola en las casas y en la vida cotidiana de los hombres; llevándola «a la plaza pública», para decirlo con las palabras de Diógenes Laercio (II, 21). Son expresiones en las que va implícito, cabalmente, lo que acabamos de decir. Ahora bien, parece como si la mejor y verdadera filosofía fuese, a juzgar por estas palabras, una especie de pensamiento casero, una filosofía doméstica, digámoslo así, ajustada a la manera corriente de pensar del hombre y en la que vemos a los amigos y a los fieles persuadirse en lo tocante a la honestidad, etc., y acerca de lo que es posible conocer sobre la tierra, sin haber ahondado para nada en las profundidades del cielo —o, mejor dicho, en las profundidades de la conciencia—. Y esto es, sin embargo, según el modo de ver de los autores citados, lo que Sócrates fue el primero en atreverse a hacer. No le fue dado tampoco penetrar previamente con el pensamiento en todas las especulaciones de la filosofía de su época, para poder descender en la filosofía práctica al interior del pensamiento. En esto reside lo general del principio [la generalidad del principio; das Allgemeine des Prinzips].
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Iura
Georg Wilhelm Friedrich Hegel: Werke in zwanzig Bänden. Band 18, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1979 [Hrsg. Eva Moldenhauer und Karl Markus Michel]
Hegel hielt die Vorlesungen insgesamt neunmal, zuerst 1805/06 in Jena, dann 1816/17 und 1817/18 in Heidelberg und von 1819 bis zu seinem Tod sechsmal in Berlin. Schon bald nach Hegels Tod wurden sie von Karl Ludwig Michelet auf der Grundlage von Vorlesungsmitschriften und handschriftlichen Notizen Hegels rekonstruiert und herausgegeben. Erstdruck in: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, hg. v. Karl Ludwig Michelet, Berlin 1833-1836. – Der Text folgt im wesentlichen Michelets Rekonstruktion der Vorlesungen. Eine Ausnahme bildet der erste Teil der Einleitung, der auf Johannes Hoffmeisters Edition des Manuskripts von Hegels Heidelberger Antrittsvorlesung von 1817 zurückgeht.
Hegel pronunció estas lecciones un total de nueve veces. Primero en 1805-1806 en Jena; posteriormente en 1816-1817 y 1817-1818 en Heidelberg; y, desde 1819 hasta su muerte otras seis veces en Berlín. Poco después de la muerte de Hegel, fueron reconstruidas y publicadas por Karl Ludwig Michelet basándose en las lecciones y notas del propio Hegel. Se publicó por vez primera en: Georg Wilhelm Friedrich Hegels Werke. Vollständige Ausgabe durch einen Verein von Freunden des Verewigten. Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Karl Ludwig Michelet (ed.), Berlin 1833-1836. El texto sigue esencialmente la reconstrucción de las lecciones que hace Michelet. Una excepción es la primera parte de la introducción, que se remonta a la edición de Johannes Hoffmeister del manuscrito de la lección inagural de Hegel en Heidelberg en 1817.
Traducción de Atrium Philosophicum de la edición referida. Tenemos delante la clásica traducción de don Wenceslao Roces de 1955 en el FCE, de la que nos reconocemos deudores, pese a sus omisiones (en algunos casos, párrafos enteros) y la necesaria actualización de la terminología hegeliana.
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